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Las vacunas no erradicaron las enfermedades infecciosas

  • drasinea
  • 30 dic 2023
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 6 jun 2024

Aunque la contribución de las vacunas no llega al 3%, se les ha dado todo el crédito y los demás factores quedaron olvidados.



La alta mortalidad de tiempos pasados significó que la mitad de niños nacidos probablemente no alcanzarían la mayoría de edad. Sus cuerpos aún en desarrollo los hacía más vulnerables a sucumbir ante cualquier enfermedad.

Pero algo cambió en el siglo XX y la prolongación en la esperanza de vida se atribuyó a las vacunas. A continuación veremos por qué esta asociación no es correcta.

El oscuro pasado

La Revolución Industrial del siglo XVIII introdujo cambios profundos en una sociedad que no estaba preparada. Las industrias atrajeron a un gran número de familias hacia las ciudades y este desplazamiento insostenible, sumado a una explosión demográfica, solo creó precariedad.

Para pagar el alto costo de la vida urbana y con muchas bocas que alimentar, los niños debían contribuir con la economía del hogar desde la más tierna infancia.

Pero las condiciones de trabajo eran demoledoras, tanto física como mentalmente:

  • Jornadas largas: No bajaban de 10 horas y podían superar las 16 horas.

  • Riesgo laboral: Manipulación de máquinas peligrosas, exposición a sustancias tóxicas, falta de supervisión y capacitación.

  • Entorno deprimente: Espacios cerrados mal iluminados, sucios y sin ventilación.

Quienes sobrevivieron, si no acabaron mutilados o lisiados de por vida, se convertirían más adelante en adultos frágiles.

El regreso a casa no ofrecía consuelo alguno, pues no todos tenían la suerte de ser recibidos por sus padres con un plato de comida. Las porciones solían ser deficientes tanto en cantidad como en contenido nutricional.

Como las personas ya no producían sus alimentos ni beneficiaban sus propios animales, todo debía ser comprado. Era imposible garantizar la calidad de los productos y la adulteración estaba muy extendida.


Además, estaba el constante peligro de contaminación cruzada, pues las heces entraban en contacto con casi todo. Por ejemplo, el caño comunal, la única fuente de agua para preparar los alimentos, servía también para lavar los pañales sucios.

Nuevos aires

Dicen que todo tiempo pasado fue mejor, pero la esperanza de vida se extendió gracias a ciertas circunstancias propias de la modernidad. Esto se ve reflejado en las cifras del epidemiólogo inglés Thomas McKewon.


La drástica reducción de muertes en jóvenes y adultos en edad militar no necesita mayor explicación en tiempos de paz.

Mientras que las razones por las cuales los niños y adolescentes hasta los 14 años han evitado un final prematuro puede ser gracias a una combinación de varios factores económicos, tecnológicos y sociales:

  • Mejor alimentación gracias a la reducción en costos de producción y debida preservación de los insumos gracias a la refrigeración.

  • Acceso al agua potable y desagüe.

  • Viviendas adecuadas y familias más pequeñas evitan las consecuencias negativas del hacinamiento.

  • Refuerzo del sistema inmune con mayor exposición a la luz solar.

  • Abolición de la explotación infantil.

La normalización de estos factores alrededor de 1920 coincide con la caída de las enfermedades más letales de la época, algo que la introducción de las vacunas no puede explicar:

  1. Tuberculosis – sin vacuna

  2. Fiebre escarlata – sin vacuna

  3. Influenza

  4. Neumonía – sin vacuna

  5. Difteria

  6. Tos ferina

  7. Sarampión – erradicada antes de vacuna

  8. Viruela

  9. Tifoidea – sin vacuna

  10. Poliomielitis

Otras enfermedades como la disentería, sífilis, lepra y fiebre puerperal no necesitaron una vacuna para desaparecer.

Así como ciertas enfermedades fueron cayendo, aparecieron otras nuevas propias de la edad avanzada y de la introducción de factores nocivos: el tabaco, el sedentarismo o la ingesta excesiva de azúcar son solo algunos ejemplos.

La buena noticia es que tenemos control sobre ellos y está en nuestras manos educarnos si queremos mantener nuestra salud.

 

Bibliografía

McKewon, T. (1979). The Role of Medicine: Dream, Mirage or Nemesis?. Princeton University Press.

Humphries, S. & Bystrianyk, R. (2015). Dissolving Illusions: Disease, Vaccines and the Forgotten History.

Fuentes

McKinlay, J. B. & McKinlay, S. M. (1997). The Questionable Contribution of Medical Measures to the Decline of Mortality in the United States in the Twentieth Century. The Milbank Memorial Fund Quarterly, 55(3), 405-428.

National Child Labor Committee (U.S.). (1907). Child Labor and the Republic. Cornell University Library. https://archive.org/details/cu31924019905417/page/n5/mode/2up

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